01 agosto 2012

A base de Colt y besos

Sentada en un banco nadaba en sus ojos oscuros. Llevaba allí observándola casi media hora. Había aparecido por casualidad, y su cerebro le decía que aquella chica jamás había pasado por su memoria. Ni siquiera de puntillas. Pero es que había algo en aquellos iris... Algo que le hacía recordar. En cada pupila se sucedían imágenes que habían pasado demasiados atardeceres atrás. Imágenes rosáceas que ella quería olvidar. Pero olvidar a una musa es difícil.
Salir con ella, el mero hecho de ser parte de su vida, había sido como jugar a una ruleta rusa continua. Una en la que era Calíope la que manejaba esa pistola Colt, en la que ella era la que invitaba a balas. Sin trampas, juego limpio, como decía siempre la más rebelde. Pero ella misma era la que se saltaba esas reglas, siguiendo su filosofía de vida. Y fue así como los besos pasaron de ser apasionados a ser casi como pequeñas gotas de lluvia en medio del desierto de su cama, que cada vez estaba más vacía, y donde sus sábanas reclamaban cada día con más insistencia el olor de la joven que había sido la musa de sus sueños durante las largas noches de primavera.
Por eso no le sorprendió tanto cuando Calíope, con su sonrisa enigmática y sus ojos profundos, abandonó su cama por última vez, aquel día que recordaría el resto de su nueva vida, dejando la última bala y la Colt junto a una nota:
Y cuidado dónde pones los sesos, Iris.

1 comentario:

  1. Adoro las historias donde las pistolas y las balas juegan un papel.
    Me ha gustado, como siempre:)
    Besitos!

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