12 enero 2014

Clementine


Clementine cerró la puerta tras de sí.

Buscó a tientas el primer botón de su chaqueta. Separándolo de su ojal, fue poco a poco caminando hasta su habitación. Exhaló el aire colmado de letras antiguas mientras la ropa caía entre pilas de sueños encuadernados de grandes literatos. Su piel, ardiente, suspiró sobre la frialdad de las sábanas. Las estrellas parecieron surcar las ondas de su vientre, creando una ruta de tímida luz que la recorrió completa. El vello de su nuca se erizó mientras sus párpados se unían. La presión bajo sus pulmones hizo acto de presencia, tan puntual como siempre. Se tumbó de lado, permitiendo que la Luna se acurrucara en la curva de su cintura. Tras cerrar los ojos durante lo que parecieron eternos ciclos solares, miró el espejo que se encontraba frente a ella. Y recordó.

Recordó la manera en que la piel le había ardido cuando aquel extraño le había rozado espalda con su halo de misterio. El mismo halo que ella había desnudado con los dientes tras la delgada figura de una farola mal acompañada, mientras sus manos buscaban algún resto de cariño en su pelo. Era el mismo misterio, ya resuelto, que había dejado tirado, hecho trizas, junto a absurdas falsificaciones de suspiros románticos, bajo las ruedas del primer taxi que pasó y que la llevó a casa. El frío que le recorrió los labios cuando pagó al taxista le avisó que la desnudez a la que se había expuesto aquella noche dejaba ver aquellas marcas que la experiencia iba dejando bajo los ojos, los pechos, entre las pestañas y en las corvas.

Tembló.

Su pequeña mano se deslizó a tientas bajo la almohada. Sus dedos acariciaron el relieve de su libro más preciado. Un catálogo de mariposas sin estrenar, que tras veinte años seguía guardando, a la espera de sentarse a reconocer a todos aquellos curiosos seres alados que, suponía, revolotearían algún atardecer entre sus costillas.


 Porque Clementine aún no sabía lo que era el amor.

2 comentarios:

  1. Hay quienes, tras el primer amor fracasado, afirman que mejor hubiera sido no haber llegado a conocerlo, pero yo no les creo. Ni tampoco ellos lo dicen en serio.
    Aunque duela, el amor te reafirma en la vida.
    Aunque queme, sabes que hay algo, y no vacío.
    Y ya no temes tanto como antes de haberlo sentido en tus carnes.
    Así pues... Pobre, pobre Clementine.
    <3

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    1. Qué bonito, de verdad. Clementine aún está triste, pero aunque ella me diga que no, creo que aún se emociona cada vez que cruza miradas con un chico, pensando que quizás será él el que logre que identifique varias mariposas.

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